Estas últimas vacaciones de Semana Santa, mi esposa Triana, nuestra hija Alma y yo decidimos lanzarnos a la aventura de recorrer la costa oeste de Estados Unidos. Un viaje que superó nuestras expectativas en cada momento, brindándonos experiencias inolvidables y paisajes de ensueño.
El vuelo lo hicimos con TAP Portugal en uno de sus flamantes A330neo, que fue bastante cómodo para las largas horas de trayecto. Alma estaba emocionada desde que despegamos, y nosotros también estábamos ansiosos por descubrir cada rincón de nuestro itinerario.
Primera Parada: Llegada y Noche en Pleasant
Llegamos a San Francisco, pero no nos quedamos allí de inmediato. Nada más aterrizar, recogimos nuestro coche de alquiler y emprendimos el viaje directo hacia Pleasant, donde pasamos la primera noche. Era una pequeña ciudad que nos brindó una pausa tranquila antes de adentrarnos en la aventura. Tras descansar del largo viaje, nos preparamos para lo que sería una experiencia intensa en contacto con la naturaleza y las maravillas del oeste americano.
Parque Nacional de Yosemite: Un Edén Natural
Nuestra primera gran parada fue el Parque Nacional de Yosemite, uno de los parques naturales más famosos y bellos de Estados Unidos. Los majestuosos acantilados de granito, como el famoso El Capitán, y las espectaculares cascadas como la Yosemite Falls nos dejaron sin aliento. Caminamos por varios senderos rodeados de secuoyas gigantes, esos árboles milenarios que parecen llegar hasta el cielo. Ver las expresiones de Alma cuando vio la grandeza de estos árboles fue uno de los momentos más especiales del viaje.
Además de las caminatas, pudimos observar fauna diversa y disfrutar de vistas inolvidables, especialmente desde Glacier Point, donde el paisaje te hace sentir pequeño ante la inmensidad de la naturaleza. Pasamos la noche en la zona cercana para aprovechar al máximo el día.
Death Valley: Un Paisaje de Otro Planeta
El siguiente destino fue un contraste absoluto: el Valle de la Muerte (Death Valley), conocido por ser el lugar más caluroso y bajo de Norteamérica. La temperatura era mucho más agradable en esta época del año, lo que hizo que la experiencia fuera muy llevadera. La inmensidad del valle, con su paisaje árido y casi alienígena, nos transportó a un mundo completamente diferente al que habíamos dejado atrás en Yosemite.
Visitamos lugares impresionantes como Badwater Basin, el punto más bajo de Norteamérica, y recorrimos las Mesetas de las Salinas, esas llanuras de sal que parecen extenderse sin fin. La Dante’s View, un mirador a más de 1600 metros de altura, nos ofreció unas vistas panorámicas increíbles del valle. Alma estaba fascinada, preguntando constantemente cómo algo tan seco y desértico podía ser tan bonito.
Bryce Canyon: La Magia de los HooDoos
Dejamos Death Valley atrás para adentrarnos en los paisajes únicos del Bryce Canyon, famoso por sus formaciones rocosas llamadas hoodoos, que parecen esculturas talladas por la naturaleza. Pasamos horas explorando los senderos del parque, en especial el Navajo Loop Trail, que nos llevó por un laberinto de estas fascinantes formaciones. Alma disfrutaba corriendo entre los «castillos» de roca, imaginando historias y aventuras en cada rincón.
El Sunrise Point y el Sunset Point nos regalaron vistas inolvidables, y aunque hacía un poco de frío en comparación con el calor del Death Valley, la belleza del Bryce Canyon nos dejó absolutamente maravillados.
Parque Nacional Zion: La Fortaleza de Arenisca
A pocos kilómetros de Bryce se encuentra otro parque igual de majestuoso: el Parque Nacional Zion, donde los acantilados de arenisca roja y blanca nos rodeaban por todas partes. En Zion, decidimos realizar el famoso sendero de The Narrows, que sigue el curso de un río entre altos cañones. Fue una experiencia impresionante caminar por el agua y sentirnos diminutos ante las paredes de roca que se elevaban a nuestro alrededor.
Alma se lo pasó en grande jugando en el agua, mientras que nosotros disfrutábamos de la tranquilidad y el esplendor de este lugar tan especial. Nos alojamos cerca del parque para descansar después de un día lleno de aventuras.
Antelope Canyon: Un Espectáculo de Luz y Sombra
Uno de los momentos más esperados de nuestro viaje fue la visita al Antelope Canyon, uno de los cañones más fotografiados del mundo. Este estrecho desfiladero, esculpido por el viento y el agua, es famoso por los juegos de luces que se filtran entre sus paredes durante el día. Nos unimos a un recorrido guiado para explorar los rincones más espectaculares del cañón.
Ver cómo los rayos de sol creaban patrones y colores vibrantes en las paredes de arenisca fue algo inolvidable. Alma estaba emocionada, intentando capturar la belleza del lugar con su propia cámara. El Antelope Canyon es un lugar mágico, un rincón oculto que nos hizo sentir como si estuviéramos en otro mundo.
Monument Valley: El Desierto de los Monolitos
Nuestro siguiente destino fue el icónico Monument Valley, un paisaje que parece sacado de una película del oeste, con sus enormes monolitos de roca elevándose en medio del desierto. Tuvimos la oportunidad de hacer un recorrido en coche por el valle, deteniéndonos en varios puntos para admirar estas impresionantes formaciones.
La vastedad del desierto, combinado con la tranquilidad del lugar, fue una experiencia que no olvidaremos. El silencio era abrumador, y Alma se divertía imaginando que éramos exploradores en un territorio lejano. Nos alojamos en el Goulding’s Lodge (214€), un hotel con una vista inmejorable del valle, y fue el descanso perfecto tras un día de exploración.
El Gran Cañón: Una Maravilla Natural
Una de las paradas más imponentes de nuestro recorrido fue sin duda el Gran Cañón. Este colosal abismo es aún más impresionante en persona de lo que uno puede imaginar. Nos detuvimos en varios miradores, como el Mather Point y el Yavapai Point, donde las vistas nos dejaron sin palabras. El contraste de colores entre las capas de roca y la inmensidad del cañón parecían una obra de arte de la naturaleza.
Hicimos un recorrido por la orilla sur, disfrutando de las múltiples vistas, y Alma quedó fascinada por la enormidad del paisaje, preguntando cómo algo así podía formarse naturalmente. Es, sin duda, un lugar que sobrecoge y que te hace sentir la magnitud del planeta.
La Presa Hoover y Horse Shoe Bend: Ingeniería y Belleza Natural
En nuestro camino hacia Las Vegas, hicimos una parada en la monumental Presa Hoover, una obra maestra de la ingeniería que sigue asombrando a todos sus visitantes. Pudimos caminar por la parte superior de la presa, donde se tienen vistas tanto del Lago Mead como del río Colorado que sigue su curso hacia el desierto. Alma quedó asombrada por la magnitud de la construcción y por cómo el hombre puede modificar la naturaleza de manera tan impactante.
También visitamos el famoso Horse Shoe Bend, una curva en herradura del río Colorado que forma un paisaje simplemente espectacular. La vista desde el mirador es sobrecogedora, con el río en el fondo del cañón y los acantilados que lo rodean. Es uno de esos lugares que no se pueden creer hasta que se ven en persona.
Ruta 66: Un Viaje al Pasado
Antes de llegar a nuestro último destino, nos desviamos para recorrer un tramo de la histórica Ruta 66. Este legendario camino, que alguna vez fue la principal arteria para los viajeros cruzando Estados Unidos, todavía conserva esa magia nostálgica. Pasamos la noche en el Historic Route 66 Motel en Seligman (95€), un lugar que parecía salido de otra época.
El ambiente retro, los carteles clásicos y los vehículos antiguos aparcados en el pueblo hicieron que nos sintiéramos transportados a los años 50. Fue una experiencia divertida y diferente, que añadió un toque único a nuestro viaje.
Las Vegas: La Ciudad de las Luces
Finalmente, llegamos a Las Vegas, donde nos alojamos en el Jockey Club Suites (249€). Aunque Las Vegas no es la primera opción que viene a la mente para un viaje familiar, nos sorprendió gratamente. Paseamos por el famoso Strip, disfrutamos de los espectáculos de luces, y Alma quedó encantada con las fuentes del Bellagio.
Nos tomamos un día para relajarnos en el hotel, disfrutando de sus comodidades antes de cerrar nuestra gran aventura en la costa oeste.
El Regreso a San Francisco
Para concluir el viaje, volvimos a San Francisco, donde pasamos los últimos días explorando más a fondo esta icónica ciudad. Tuvimos la oportunidad de ver a los leones marinos en el Pier 39, caminamos por el Golden Gate y visitamos la famosa Alcatraz. La ciudad nos cautivó, aunque fue impactante ver la crisis de adicción al fentanilo en algunas zonas del centro.
Conclusión
Este viaje fue una experiencia inolvidable, llena de contrastes y paisajes de ensueño. Desde las secuoyas gigantes de Yosemite hasta los cañones de arenisca roja de Zion, cada lugar que visitamos dejó una huella imborrable en nuestra familia. El coste total del viaje fue de aproximadamente 5000€ para los tres, un precio más que justo por todo lo que vivimos.
Si estáis planeando un viaje a la costa oeste de Estados Unidos, os animamos a que lo hagáis en familia. Los recuerdos que crearéis serán, sin duda, de los más valiosos que podáis tener.